Una entidad que solía figurar en los titulares únicamente en situaciones muy concretas relacionadas con la atención de emergencias terminó, bajo este gobierno, mencionada con una frecuencia inusitada. Y casi nunca por buenos motivos.
Se trata de la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD), la agencia estatal llamada a evaluar, analizar y monitorear las condiciones de riesgo en el territorio nacional y a apoyar la atención de emergencias cuando estas se presentan, como acaba de ocurrir con el sismo que sacudió el centro del país el domingo pasado. Es, por tanto, una entidad de la mayor importancia.
La UNGRD, sin embargo, concentra la suma de los males del Estado colombiano, en general, y del actual gobierno, en particular. Fue allí donde se gestó la trama de corrupción más notoria de este cuatrienio, que tiene en líos jurídicos a un exdirector y un exsubdirector de la organización; a la exconsejera presidencial Sandra Ortiz; al exdirector del Dapre Carlos Ramón González; a un grupo de congresistas, entre los que hay un expresidente del Senado y un expresidente de la Cámara, y a los exministros Ricardo Bonilla y Luis Fernando Velasco.
Estos hechos son muy graves, claro está, pero la UNGRD sufre también de otros males. Esta semana, su actual director, Carlos Carrillo, le dijo a EL TIEMPO que la Unidad podría quedarse sin recursos en cuestión de "semanas o meses". La organización, en otras palabras, aparte del saqueo, es una víctima más del pobre manejo fiscal del Gobierno, que se manifestó, también esta semana, con la suspensión de la regla fiscal.
La organización es una víctima más del pobre manejo fiscal del Gobierno, que se manifestó también con la suspensión de la regla fiscal.
Carrillo afirmó así mismo que, a pesar de la crítica situación financiera, no ha podido reunirse con el Presidente. Le toca padecer, por tanto, las debilidades del Gobierno en materia de liderazgo y comunicación, evidenciadas en la inestabilidad del gabinete, por el que han pasado más de 52 ministros y 126 viceministros en menos de tres años. Muchos de esos funcionarios, al retirarse o ser retirados, expresaron la misma queja de Carrillo: que es casi imposible hablar con el primer mandatario.
Hay que mencionar otro elemento que también funciona como símbolo o microcosmos de lo que ha sido esta administración: la falta de coherencia entre el discurso del Gobierno y sus ejecutorias. Una de las causas más reiteradas en los discursos del Presidente es la lucha contra el cambio climático, y la UNGRD es una de las entidades más importantes en relación con la adaptación y la respuesta del país a los estragos que puede provocar la agudización de los fenómenos meteorológicos. Sin embargo, justo esa entidad se queja de no contar con los recursos para ejecutar su misión.
La problemática de la UNGRD es llamativa y compleja. Mientras intenta recomponer el camino, lo que exige aprender de las lecciones del escándalo de corrupción y mantener una cirugía interna que les dé garantías a los colombianos, se ejemplifica en ella un patrón de disfunción de la administración del Gobierno Nacional que pone contra las cuerdas sus recursos de funcionamiento. Tales razones obligan a fijar la atención sobre esta agencia, cuyo buen desempeño es fundamental, sobre todo para los colombianos más vulnerables.