El ser humano es un efecto del lenguaje. Cuerpo y lenguaje se vuelven identidad innata hasta el punto de que un cuerpo significa persona, inseparable de su espíritu, y si se quitase su alma no quedaría nada, solo el "polvo del mundo". Al cuerpo le es humano convivir en comunidad, para lo cual la sociedad ha desarrollado modos de ser que llaman de la ética, como el buen uso de las palabras, conductas adecuadas que impongan deslindes, y se puede decir que civilizar son límites para la convivencia. ¿Dónde está la realidad y dónde la ficción en las palabras? ¿Qué pasa cuando, arrebatados por la ira, desatamos un lenguaje violento que anuncia el deseo de destruir al otro?
Usar debidamente el lenguaje es propio de un adulto, en la infancia realidad y ficciones son una. La mentira o la violencia en el adulto son una instancia en que se sale de sí; pero el adulto ha de volver a sí mismo. Incluso, lo escribe mi colega J. L. Pardo: "La mayoría de edad se logra para quien distingue entre ficción y realidad, quien sabe que esto es mentira y esto es verdad". ¿Pero si no?
A los poetas les es propio mentir con las palabras, su poder reside allí para estos creadores, viven y sueñan de las palabras, pero ¿si desde el poder se poetiza la realidad para ocultarla, todo lo contrario a lo que hace el poeta verdadero, o se lanzan palabras ofensivas o se miente? El espacio público de la palabra se ha afectado en su máximo sentido de convivencia; no hay otra entidad como la palabra para ejercer el derecho a ser. Retorizar el espacio público engendrará desvaríos sociales.
Las palabras producen efecto en el otro y es comprobable. Si pensamos en las palabras que le dedica el enamorado a su amante, en ellas residen los secretos de construir amor; los amantes con palabras o silencios ven belleza adonde para otro es simple y cotidiano. El bullying en los colegios demuestra el otro lado: se agrede a un compañero con palabras desgraciadas, destacando lo que asumen como defecto de alguna cualidad, como ser negro, enano, feo o gago, y al final este acoso puede llevar la víctima hasta el suicido.
¿El indecoroso uso del lenguaje en un gobernante para destruir al opositor puede desenfrenar conductas antisociales? ¿Si se gradúa de h. p. a quien se le opone, adónde quedan las palabras benditas del consenso? El grafiti gritará en cualquier muro: "Entonces todos somos h. p.".