Mañana es el Día del Padre en Colombia, que en este desmadre necesita de la mano de Dios Padre. Porque se nos metió el patas –lo digo con a para no ser grosero–, y lo que nos está pasando no parece que podamos arreglarlo solos.
Duele nuestra Colombia, que retrocede en violencia, en la que arrecia el terrorismo del carro bomba, de la moto bomba, del atentado a los precandidatos, y se vuelve a la zozobra y el miedo.
El atentado del sábado contra el senador Miguel Uribe Turbay indigna, conmueve y tiene muchas artistas que nos deben hacer reflexionar.
Urge un cambio. Aquí no hay política que valga, ni ideologías, ni izquierdas ni derechas, aquí hay vidas preciosas de por medio. Hay familia, esposa y padres; hay un niño de solo cinco años, que no entiende de odios ni polarización ni de torvos intereses. Ese niño solo sabe de papá y mamá, del amor de un padre al que por querer ser político y por sus convicciones se lo quieren arrebatar.
Este niño ya era víctima de la violencia, porque no conoció a su abuela, la valiente periodista Diana Turbay, quien fue asesinada, casi a la edad de Miguel, por la brutalidad de Pablo Escobar cuando él, como su hijo hoy, tenía cinco años. No podemos dejar que se repitan tan tremendas historias sin ponernos de pie, sin marchar por la vida de Miguel y las de todos.
Hoy vuelven a mis oídos aquellas palabras de don Hernando Santos, director de EL TIEMPO, lleno de coraje y dolor, en aquel editorial 'Carta a Diana', en 1991, "al caer la tarde se siente uno más cerca de Dios". Lo estamos. Y desde el alma confundida pedimos a Dios que sea el médico milagroso para que Miguel Uribe salga adelante y vuelva a su hogar. Y para que pare esta larga violencia, como una sombra negra de cien años, que se lleva vidas y vidas de un país cuyos hijos de las víctimas tratan de enderezarlo por las vías democráticas.
Por favor, pónganse de acuerdo, porque los violentos sí andan en eso.
Comencemos por Gloria Gaitán, hija de Jorge Eliécer Gaitán, quien quiso ser presidenta. Y están jugándosela desde sus orillas en esa arena movediza de la política el exministro Juan Fernando Cristo, hijo del senador Jorge Cristo. Iván Cepeda, hijo de Manuel Cepeda. Rodrigo Lara Restrepo, hijo del exministro Rodrigo Lara Bonilla. María José Pizarro, hija de Carlos Pizarro. El alcalde Carlos Fernando Galán y Juan Manuel, hijos de Luis Carlos Galán. Se me pasarán nombres, porque la lista del duelo es larga. Todos ellos asesinados por Pablo Escobar, por una mafia u otra, interesados en desestabilizar la democracia, en meter miedo, en impedir elecciones a costa de sangre y lágrimas.
Esto tiene que parar. Este no puede ser un país de huérfanos por la violencia. La dirigencia toda se tiene que poner de acuerdo y tirar la llave del odio al mar. El Presidente debe bajarle al tono pendenciero, porque las palabras exacerban los ánimos. Y debe escuchar más allá de su círculo y convocar.
¿Cómo es que en medio de semejantes desafíos, con el país en llamas, un líder y civiles heridos, de quiebra financiera y cuando la reforma avanza, convoca una consulta popular que polariza más, nos cuesta casi un billón y desconoce al Legislativo? Monseñor Rueda, que echó a rodar el propósito de unidad, debe ser escuchado.
De la unidad de la oposición debe surgir un estadista. ¿Y qué es un estadista?, me preguntó un petrista corchador. Alguien con limpia trayectoria pública, con respetabilidad, a quien le cabe el país en la cabeza con sus desafíos y que tiene claras soluciones; un ser capaz, intachable y que aglutine. Por favor, pónganse de acuerdo, porque los violentos sí andan en eso.
Este país, con tantos problemas sociales, que incuba adolescentes que viven con más atropellos que esperanzas y más fácil van a la escuela de sicarios que a la de las letras, no es viable. Feliz Día del Padre.