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Madres, migrantes y vendedoras: el rostro femenino del rebusque en la frontera | Las duras historias de m??s de 133 mil mujeres que sostienen a C??cuta
Expuestas al acoso, sin acceso a salud ni educaci??n, estas mujeres enfrentan la calle con sus hijos a cuestas y sin apoyo del Estado. Sus testimonios.
En C??cuta, cientos de mujeres migrantes sostienen la econom??a de una ciudad fronteriza que no se detiene Foto: EL TIEMPO
Selvia lo sinti?? antes de o??r el motor. Mientras vend??a caf?? en el barrio Sevilla, a las 6 de la ma??ana, en la comuna 5 de C??cuta, una camioneta se detuvo frente a ella. El hombre baj?? el vidrio. Ten??a la camisa levantada y mov??a la mano con rapidez. Se qued?? quieta. No grit??. No corri??. Desvi?? la mirada. ???No vi todo, pero vi suficiente. Me mostr?? la plata como si yo tuviera precio???.
Para Selvia, migrante venezolana, esa no fue una an??cdota m??s. Fue una horrible confirmaci??n del poder que algunos creen tener sobre los cuerpos de las mujeres. Vender en la calle no es solo cargar un termo de caf?? o gritar la oferta del d??a: es resistir el hambre, el acoso, la impunidad. Implica cuidar a los hijos con una mano y espantar a los depredadores con la otra.
Y ella no es la ??nica. En C??cuta, donde la econom??a informal crece entre toldos y sem??foros, cientos de mujeres migrantes sostienen la econom??a de una ciudad fronteriza que no se detiene. Esta es la historia de tres de ellas: Selvia, Elena y Dayana. Mujeres que no solo venden; tambi??n cargan con el peso del miedo y la fuerza de la resistencia.
La violencia de g??nero no se expresa solo en agresiones f??sicas o acoso callejero. Foto:Andr??s Carvajal. EL TIEMPO
Entre el cuerpo visible y la voz ignorada
En la calle, ser mujer es un riesgo, y en la frontera, ese riesgo se multiplica. Dayana C??ceres, de 42 a??os, enfrenta el mismo estigma que Selvia. ???Apenas te acercas a una pareja para ofrecer lo que vendes, ya te miran como si tuvieras otras intenciones. Como si solo pudieras estar ah?? por sexo o por robo???.
Es licenciada en educaci??n y migr?? hace siete a??os desde Barinas, en Venezuela. Describe su migraci??n como un ???proceso de luto???, una separaci??n abrupta y dolorosa de todo lo que hab??a construido: su casa, su profesi??n, su familia. ???Es un corte violento que tienes que hacer de un d??a para otro???, dice.
Hoy vende chorizos, con una marca propia que ella misma dise????. Sus manos, antes acostumbradas a los l??pices y cuadernos, ahora acomodan el carb??n y ensartan embutidos. Pero ser mujer y migrante, dice, significa tener que demostrar el triple para ganarse el respeto.
En C??cuta, la violencia de g??nero no se expresa solo en agresiones f??sicas o acoso callejero. Tambi??n se manifiesta en la desprotecci??n cotidiana: en la falta de ba??os p??blicos, de empleo digno y de respeto. De acuerdo con el informe sobre pobreza y equidad en Colombia, del Banco Mundial, esta precariedad golpea con m??s fuerza a los grupos ??tnicos y a las mujeres migrantes, muchas de ellas venezolanas. ???No todos los grupos tienen las mismas oportunidades de salir de la pobreza???, advierte el organismo.
Ser migrante es cargar con una doble condena: la del desarraigo y la de la sospecha. Foto:Andr??s Carvajal. EL TIEMPO
La investigadora feminista y exdirectora del Observatorio de Asuntos de G??nero de Norte de Santander, Adriana P??rez, afirma que muchas veces se asume que la calle es un territorio neutral, pero no lo es. Tambi??n advierte que la violencia actual contra las mujeres migrantes no debe verse como algo nuevo, sino como un problema estructural arraigado a la ciudad y a la frontera.
???Hay denuncias sobre trata con fines de explotaci??n sexual, pero cuando las mujeres acuden a la Polic??a, sus testimonios no son tomados en serio. Muchas veces, en lugar de apoyo, se les recrimina y se les revictimiza por su nacionalidad???, explica.
Cargar con la sospecha
Ser migrante es cargar con una doble condena: la del desarraigo y la de la sospecha. Elena Mendoza lo sabe. Es venezolana, madre, vendedora ambulante y lideresa. Representa a las mujeres migrantes en el Consejo Consultivo de Mujeres, pero su d??a a d??a est?? lejos de cualquier escritorio institucional.
El Consejo fue creado en 2023 como un espacio de participaci??n ciudadana para que lideresas como ella pudieran incidir en la pol??tica p??blica local con enfoque de g??nero. Pero, en la pr??ctica, su alcance ha sido limitado y la voluntad pol??tica para respaldarlo, escasa.
Mientras en los salones se habla de participaci??n, Elena madruga a sobrevivir. Vive con su hijo de cuatro a??os y trabaja en la Plaza de Banderas, junto al Estadio General Santander, en una de las avenidas m??s transitadas de la ciudad. All?? organiza su puesto y comienza la venta: cigarrillos, dulces, caf??, pan. En los d??as de f??tbol, tambi??n ofrece cerveza. Migr?? hace diez a??os, tras una cadena de violencias.
El consejo fue creado en 2023 como un espacio de participaci??n ciudadana. Foto:Andr??s Carvajal. EL TIEMPO
???Fui secuestrada y v??ctima de violencia basada en g??nero. No aguant?? m??s y migr?? a Colombia???. Al llegar, le robaron la maleta con sus herramientas de estilista, el oficio que ejerc??a en su pa??s. Sin nada, la venta callejera fue su ??nica salida.
Paga arriendo por una casa en la que rara vez duerme. Prefiere quedarse junto a sus productos para no tener que moverlos cada noche. Hay consumidores de droga y otros que intentan quedarse con su puesto. Ha pasado noches enteras en esa esquina. Se ha resfriado, ha presenciado peleas y ha recibido amenazas.
Sus piernas, tonificadas por pedalear cada d??a, desatan comentarios y prejuicios. Algunos asumen que est?? vinculada al microtr??fico o a la prostituci??n. ???Las que no aceptamos terminamos siendo solo ???presas??? disponibles en la calle. Una no sabe si va a terminar siendo v??ctima de trata???, advierte.
Dayana conoce bien esa lucha. Las calles, dice, son un campo de resistencia. ???Sobrevivir en la calle es muy dif??cil, es muy competitivo. Lo mejor es ser ambulante, y as?? te salvas de algunos conflictos. Pero cuando intentas quedarte en un lugar fijo, debes estar lista para pelear, porque ah?? es donde empieza el peligro???.
Elena fue secuestrada y v??ctima de violencia basada en g??nero. Foto:Andr??s Carvajal. EL TIEMPO
El centro de C??cuta, por ejemplo, tiene sus propias reglas. ???Eso es una mafia. Hay due??os de cuadras. Tienes que pagar por trabajar. No es que viste un espacio y llegaste: no. Todo est?? repartido. Hay quienes te cobran vacunas o te alquilan el puesto. Terminas pagando arriendo por un pedacito de and??n. Y en temporada alta, aparece el supuesto due??o con su mercanc??a y te toca irte???.
En C??cuta, ser migrante no es solo un estatus legal: es una marca social que define c??mo te miran, qu?? derechos puedes ejercer y cu??nta dignidad te permiten tener. Seg??n Migraci??n Colombia, hasta mayo de 2025 hab??a 2.812.648 venezolanos en el pa??s. De ellos, m??s de 223 mil mujeres migrantes estaban en condici??n migratoria irregular.
El Centro Int??grate, un espacio humanitario operado por el Ministerio de Igualdad y la Alcald??a de C??cuta, ofrece atenci??n en salud, orientaci??n psicosocial y asesor??a jur??dica, pero enfrenta el desaf??o de responder a una poblaci??n cada vez m??s grande y vulnerable.
Para Virgilio Torres, su coordinador desde la apertura en 2022, el reto es mantener un enfoque cercano y sensible a las realidades de quienes llegan. ???Lo que m??s buscan es acompa??amiento para acceder a la regularizaci??n migratoria???, se??ala. Solo entre diciembre de 2024 y mayo de 2025, el centro atendi?? a 4.645 mujeres migrantes.
Maritza S??nchez, enlace social del centro, insiste en que la falta de documentaci??n no borra los derechos de una mujer. ???Aun sin regularizaci??n, siguen siendo personas, mujeres. Eso no se les puede quitar???, afirma. Ha acompa??ado cientos de casos de violencia: muchos con agresores colombianos, y otros con europeos o asi??ticos que residen en la ciudad. La violencia, dice, no tiene pasaporte.
M??s all?? del rebusque
La vida migrante no se sostiene sola. Muchas mujeres deben cargar con una doble responsabilidad: sobrevivir en Colombia y enviar lo justo a sus familias en Venezuela. ???Por eso nos toca vender rifas, limpiar vidrios, hacer lo que sea para cubrir todo. Si no vendo aqu??, ??de qu?? vivo????, explica Elena.
Su historia no es aislada. Incluso para las colombianas. Seg??n el DANE, en el primer trimestre de 2025, el 54,2 % de las mujeres ocupadas en el pa??s trabajaban en la informalidad. En C??cuta, m??s de 246.000 personas viven de esta econom??a; unas 133.000 son mujeres.
La informalidad no solo precariza la vida de quienes la enfrentan a diario, tambi??n frena el desarrollo econ??mico de las ciudades. El Banco Mundial advierte que su impacto alcanza a casi el 80 % de las empresas. En su memorando econ??mico de 2024, se??ala que ???cerca de un tercio del empleo en Colombia lo generan alrededor de cinco millones de microempresas, y casi el 90 % de ellas son informales???.
Sergio Castillo, presidente de la C??mara de Comercio de C??cuta, asegura que entre el 50 y el 60 % de las ideas de negocio que buscan acompa??amiento en la entidad son lideradas por mujeres. Sin embargo, muchas no logran sostenerse m??s all?? del tercer a??o. ???La mujer emprende, pero tambi??n cuida, cocina, lleva al ni??o al colegio. Eso va minando su negocio. Por eso es necesario dise??ar pol??ticas que reconozcan esas cargas y brinden acompa??amiento m??s all?? del capital semilla???, afirma.
En la calle ser mujer es un riesgo y en la frontera ese riesgo se multiplica. Foto:Andr??s Carvajal. EL TIEMPO
La C??mara promueve programas que no exigen formalidad previa, lo que ha permitido que mujeres migrantes accedan a formaci??n, asesor??a y microfinanciaci??n. Aun as??, la falta de continuidad sigue siendo un obst??culo. ???Los proyectos duran un a??o, luego se acaban y arrancan otros. Pero ellas necesitan tiempo y un acompa??amiento real???, advierte Castillo.
La m??s reciente encuesta de percepci??n ciudadana, C??cuta C??mo Vamos, publicada en marzo de 2025, confirma ese panorama: el 70 por ciento de los encuestados considera que no es f??cil conseguir empleo en la ciudad, y solo el 30 por ciento se muestra optimista frente al futuro econ??mico.
Ser madre en la calle es criar con el cuerpo como escudo. Elena vigila a su hijo de cuatro a??os mientras vende, d??ndole instrucciones que ??l apenas alcanza a entender. Selvia, en cambio, madruga antes de que el sol caliente el pavimento. A veces sus hijos a??n duermen; otras, la observan en silencio, como si intuyeran que no hay espacio para preguntas. Antes de salir, acomoda el caf??, cierra la puerta y les repite lo de siempre: que no abran, que no cocinen, que se cuiden.
???Lo m??s duro es cuando me da esa angustia, as??, de la nada. Como una punzada aqu?????, dice, se??alando el pecho. ???Me pregunto si mis hijos est??n bien. A veces me dan ganas de devolverme. Otras, me obligo a seguir, porque si no vendo, no hay comida. Hay d??as en que me hago 80 mil; otros, apenas 10 mil???.
Dayana tambi??n toma decisiones pensando en sus hijos. Su permanencia en Colombia est?? atada a ellos. ?????Por qu?? le apuesto a mi negocio y persisto? Porque no tengo otra opci??n. No tengo los recursos para volver. Y lo que me retiene aqu?? es saber que mis hijos pueden estudiar con calidad, algo que all?? no tendr??an???.
Hay consumidores de droga y otros que intentan quedarse con su puesto. Foto:Andr??s Carvajal. EL TIEMPO
Ellas educan en medio de la incertidumbre, y eso impacta su salud mental. La psic??loga Paola Castellanos las acompa??a en ese proceso. ???El duelo migratorio se mezcla con la maternidad y con la culpa. Algunas dejaron a sus hijos en Venezuela; otras los tienen aqu??. Entonces, la calle se convierte en escuela, en guarder??a, en hogar???, explica.
Seg??n la Encuesta Nacional de Demograf??a y Salud de 2025, el 55,6 por ciento de los hogares colombianos tienen a una mujer a la cabeza. En 2015, esa cifra era del 36,4 por ciento.
??Y si el sistema las reconociera?
La Pol??tica P??blica para Vendedores Informales de C??cuta, aprobada en mayo de 2025, traza una hoja de ruta a diez a??os. Plantea caracterizar a los vendedores, reubicarlos en espacios como parques y mercados, y avanzar hacia una formalizaci??n progresiva de quienes viven del rebusque. Pero en la pr??ctica persisten muchas barreras. Una de las m??s comunes: el acceso al cr??dito.
A ese obst??culo se suma otro igual de profundo: C??cuta a??n no cuenta con una caracterizaci??n completa de su poblaci??n vendedora ambulante. Seg??n datos de la Secretar??a de Gobierno, hasta ahora solo se han censado 800 personas, aunque se calcula que son m??s de 3.000. Sin datos, sin respaldo y sin capital, la promesa de formalizaci??n sigue siendo solo eso: una promesa.
Torcoroma S??nchez, asesora de empleabilidad del Centro Int??grate, advierte que el deseo de emprender s?? existe, pero los obst??culos son m??ltiples. ???La mayor??a de las mujeres no pueden formalizarse porque no tienen t??tulos apostillados, experiencia certificada ni historial financiero. Eso las atrapa en un c??rculo de subsistencia del que no pueden salir. No pueden crecer???.
En esta capital fronteriza, el 94 por ciento de los registros mercantiles de personas naturales extranjeras corresponde a mujeres venezolanas. Aunque algunas han logrado consolidar sus negocios en la formalidad, la mayor??a sigue en la informalidad.
La economista Sharyn Hern??ndez, coordinadora del Observatorio Regional del Mercado Laboral (Ormet), lo resume con claridad: ???En C??cuta hay una dificultad estructural para que las mujeres accedan al trabajo formal, y eso se agrava en el caso de las migrantes. A la falta de documentaci??n y permisos se suma la carga del cuidado. No pueden insertarse en empleos acordes con su formaci??n y terminan en actividades informales de mera supervivencia???.
Colombia ha avanzado en cerrar brechas en salud y educaci??n en las ??ltimas d??cadas, pero las mujeres siguen enfrentando obst??culos para ingresar y mantenerse en el mercado laboral. ???La proporci??n de mujeres j??venes que no estudian, no trabajan ni reciben capacitaci??n es cuatro veces mayor que la de los hombres en Colombia, y el 92 por ciento de ellas se dedica exclusivamente a las tareas del hogar???, se??ala un informe del Banco Mundial.
Ellas dicen que las calles son un campo de resistencia. Foto:Andr??s Carvajal. EL TIEMPO
La fuerza que no se nombra
Vender en la calle no fue una elecci??n para Dayana, fue una urgencia. Lleg?? con la idea de que ser??a algo temporal, una forma de sostenerse mientras encontraba una opci??n mejor. Pero el tiempo pas?? y las alternativas no llegaron. Siete a??os despu??s, ese rebusque inicial se convirti?? en una marca propia que recorre ferias, barrios y parques. Para ella, la calle dej?? de ser un punto de partida: es el ??nico lugar donde a??n se cruzan el trabajo y la dignidad.
Emprender desde la calle no ha sido f??cil. Hay d??as sin una sola venta, el sol castiga, los fracasos se acumulan y, al final, el cuerpo queda tan exhausto que hasta respirar cuesta. ???He llorado muchas veces. He sentido que no puedo m??s. Pero tampoco puedo rendirme???.
La investigadora Adriana P??rez lo plantea con claridad: el trabajo informal de estas mujeres no solo sostiene sus econom??as, tambi??n mantiene en pie aspectos esenciales de la vida cotidiana, como la movilidad, la alimentaci??n y el cuidado no remunerado. ???No se trata de incluirlas en un sistema que hist??ricamente las ha excluido, sino de transformarlo desde sus experiencias. Ellas ya construyen econom??a popular y redes de cuidado comunitario. Ese trabajo colectivo es el que merece ser reconocido???.
Lilibeth Villamizar, vocera del Consejo Consultivo de Mujeres, coincide en que, para muchas, trabajar en la calle es un acto de resistencia y dignidad frente a la desigualdad que atraviesa la frontera. En medio de la desprotecci??n, surgen redes informales entre ellas mismas. ???Lo com??n es que somos mujeres. Y aunque las experiencias var??an, todas habitamos formas de exclusi??n. En ese cruce nace el cuidado. Ah?? se sostiene la red???, concluye.
Las esquinas no son solo puntos de venta. Son refugios. Espacios donde las mujeres se protegen entre s??, donde se comparten alimentos y se alerta ante el peligro. Elena lo dice con naturalidad. ???Aqu?? nos cuidamos entre todas. Si veo que una no est??, la llamo. Si alguien molesta, nos avisamos???.
Cada mujer que trabaja en la calle carga una historia atravesada por m??ltiples violencias. Pero tambi??n encarna una posibilidad de transformaci??n. La desigualdad no las ha vencido. Las ha herido, s??. Las ha desplazado, explotado, vulnerado. Y aun as??, siguen de pie. Son columna vertebral y coraz??n de una ciudad fronteriza que, sin ellas, no se sostendr??a.
ANDR??S CARVAJAL - C??CUTA
*Esta pieza period??stica es resultado de las becas de producci??n del taller ???Brechas y oportunidades: narrativas period??sticas para la equidad???, otorgadas por la Fundaci??n Gabo, en alianza con el Banco Mundial.
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Asesinato en zona rural de Buenaventura. Foto:EL TIEMPO